lunes, septiembre 24, 2007

LOS ENOLOGOS NO SIEMPRE HACEN LO QUE GUSTA, HACEN LO QUE EL MERCADO LES EXIGE

Por Patricio Tapia

Los enólogos, muchas veces, no hacen el vino que les gustaría hacer. Se los he escuchado. Su trabajo, por lo general, se limita a diseñar lo que pide tal o cual mercado o el estilo que - se supone- deben tener sus vinos. Es algo así como el pintor al que le piden una naturaleza muerta que pegue con el color de las cortinas. El tipo va y lo hace. Gana su plata y se gana la vida en un trabajo como cualquier otro.

Lo que siempre me ha intrigado, sin embargo, es qué harían estos enólogos si tuvieran libertad para hacer lo que quisieran. Álvaro Espinoza, por ejemplo, a comienzos del milenio se fue de Carmen para enfocarse en sus proyectos personales. En Carmen, él tenía buena parte del control. Nunca lo escuché quejarse de no hacer lo que quería, pero aun así se marchó en busca de aventuras. ¿Y qué fue lo que hizo sin la presión comercial de una viña enorme? Lo que hizo fue Antiyal, un vino de tremenda personalidad. Espinoza se la jugó bien.

Hasta hace muy poco, casos como el de Espinoza eran escasos, principalmente porque muchos dueños de viñas no permiten que sus enólogos tengan proyectos personales paralelos. No se por qué, la verdad. A mí eso me parece de una miopía que asusta. Sin embargo, hoy existe una buena camada de winemakers que están luchando por expresar su talento más allá de la marca para la que trabajan. Es el caso, por ejemplo, de Sven Bruschfeld (Viña Santa Carolina) y su syrah Polkura del Valle de Colchagua; el de Rafael Tirado (ex enólogo de Veramonte) y su tinto Ribera del Lago; Ed Flaherty (Grupo Tarapacá) y su vino Flaherty. También el sauvignon Ventolera de Ignacio Recabarren (Concha y Toro), el novísimo Riesling Meli, de Adriana Cerda (Lagar de Bezana) y Sigla de Cecilia Guzmán (Haras de Pirque), José Pablo Martin (Tamaya) y Piere Viala (Calama Wines).

Una lista para nada despreciable que, seguro, crecerá porque el asunto es una tendencia sólida. Lo que rescato, sin embargo, no es la calidad de los vinos (que la hay) sino la oportunidad que veo aquí para hacer cosas nuevas, para no estar regidos por el mercado, para perder plata haciendo lo que quieren hacer y no lo que les ordena el gerente de marketing. Aún es temprano para saber si ésas son sus intenciones, pero si lo son (cruzo los dedos), esta es una de las mejores noticias que yo he tenido del vino chileno en mucho tiempo.

Patricio Tapia.